Violentas protestas, acusaciones de fraude electoral, abusos policiales que terminan en muertes y empresarios que exceden su función empresarial y se creen con derechos sobre el gobierno y la voluntad popular. ¿De qué país estamos hablando? ¿Algún país de Latinoamérica o África? ¡No! Estamos hablando de los Estados Unidos de América.
Si hay un país que viene a la mente del común de las personas como ejemplo de progreso es Estados Unidos. Su economía y su democracia son, en el imaginario colectivo, un ejemplo a seguir. Y en parte es cierto: los aportes de Estados Unidos a la civilización y el progreso son innegables.
Sin embargo, ¿Cómo es que este año hemos visto tantos síntomas que eran propios de los países llamados «tercermundistas»?
Un poco de historia
La historia de Estados Unidos no es, como la de ningún país, una historia lineal. El filósofo austríaco Karl Popper hablaba del «sinsentido» de la historia, para referirse a ese fenómeno en el que los países avanzan de forma no lineal, experimentando en el transcurrir de su historia, avances y retrocesos. Es decir: no siempre se evoluciona a lo largo del tiempo.
En el caso del gran coloso del norte, es paradójico comprobar que en su historia se ve esta contradicción. Por una parte, el país crecía económicamente como ningún otro, convirtiéndose en el epicentro de la economía mundial. Este crecimiento los llevó, en el siglo XX, a ser el hegemón de la política industrial en el mundo. También les granjeó una enorme influencia política y cultural, especialmente en los países de occidente.
Pero a lo interno, el país estaba lejos de ser perfecto. A la abolición de la esclavitud, decretada por Abraham Lincoln en 1863, no le siguió una reconciliación racial. Al contrario: el decreto de Lincoln, profundizó en la feroz Guerra de Secesión y devino en un resentimiento que no se curó ni siquiera con la victoria de los unionistas.
La guerra se había desatado cuando los estados del sur de Estados Unidos, en su mayoría esclavistas acérrimos, buscaron separarse de sus vecinos del norte. Así, Carolina del Sur, Misisipi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas conformaron la unión de estados confederados.
¡Al contrario! Al fin de la guerra ocurrieron dos sucesos: Abraham Lincoln fue asesinado el 15 de abril de 1865, apenas seis días luego de terminada la guerra. Ese mismo año, y al comenzar la reconstrucción, surgió el Ku Klux Klan (KKK), organización racista y firmemente opuesta a la abolición de la esclavitud.
El KKK comenzó a ejecutar horrendos crímenes racistas bajo la excusa de que las poblaciones negras «no se había adaptado a la abolición». Esta tesis, por cierto, fue defendida por la película «El nacimiento de una Nación», dirigida por David Griffith.
Estos hechos terminaron marcando a los Estados Unidos como Nación. Lincoln había fundado el Partido Republicano, y los principios de este movimiento había sido la base de la nueva Norteamérica. Por su parte, el Partido Demócrata, que gobernaba la mayoría de estados sureños, impuso desde 1876 las llamadas «Leyes de Jim Crow».
Estas leyes no restauraron la esclavitud, pero sí se convirtieron en un instrumento para la segregación en las escuelas públicas, el ejército, los lugares públicos, el transporte público, las fuentes de agua potable y hasta los baños y restaurantes.
La segregación implicaba un principio que fue definido por los diputados demócratas como «iguales, pero separados». Es decir: aunque ya no se podía esclavizar a las poblaciones negras, sí se podía forzarles a separarse de las poblaciones blancas.
Esta situación se mantuvo hasta 1965, cuando el movimiento de los derechos civiles logró su abolición. Aquel movimiento fue encabezado por Martin Luther King, quien proponía un fin pacífico de esas leyes; y por Malcolm X, quien promovía la autodefensa violenta como respuesta a esas leyes.
Ambos líderes fueron asesinados, como también fue asesinado John Kennedy, quien era el presidente de Estados Unidos en ese tiempo y que simpatizaba con la eliminación de la segregación.
Líderes incómodos y conflictos no resueltos
¿Qué hemos visto hasta ahora? Líderes incómodos que quieren producir cambios que afectan al estatus quo y que se amparan en conflictos raciales. Los poderes que conforman a lo que en mi próximo libro llamo «el sistema» se confabulan contra esos líderes e intentan bloquear los cambios inevitables.
La historia, ya lo comentaba recordando a Popper, no tiene un sentido lineal, por lo que la historia nunca se repite de forma literal. Pero, ¿no es evidente que se está dando una historia similar actualmente?
Recapitulemos: contra todo pronóstico Donald Trump llega a la presidencia de Estados Unidos en 2016. Acusado de «loco», «fascista», «radical», Trump logró el favor de los norteamericanos, principalmente de los estados más rurales y pobres. La élite prefirió votar por Hillary Clinton, esposa del expresidente demócrata Bill Clinton, representante del estatus quo e innegable miembro del sistema.
Apenas llegó al poder, tomó medidas que incomodaron a los poderes fácticos: desregulación de la economía, reducción de impuestos, enfrentamiento al poder totalitario de China, escepticismo a la teoría del «calentamiento global», revisión de los privilegios otorgados a las ONG, revisión de acuerdos internacionales que afectaban la soberanía del país, etc.
Los medios de comunicación, como voz del estatus quo, iniciaron una guerra contra el presidente legítimo. Pero, como estamos en una época en donde los medios han perdido un poco de su poder gracias al surgimiento de las redes sociales, necesitaron un nuevo aliado. Ese aliado fueron las empresas de tecnología de Silicon Valley.
Sillicon Valley es el nombre que recibe la zona sur del Área de la Bahía de San Francisco, en el estado de California. Allí han crecido innumerables empresas de tecnología, entre las que se incluyen: Facebook, Twitter, Instagram, Dropbox, YCombinator, Paypal, Tesla, Intel, Google. Microsoft, Apple, Ebay, Amazon y un larguísimo etcétera.
En este lugar se ha acumulado mucho poder, ya que algunas de esas empresas son el ecosistema de comunicación que utilizamos a diario. Ya no nos comunicamos solo gracias a la televisión o la prensa, sino que usamos Twitter y Facebook para hacerlo.
¿Qué pasa si esas plataformas se convierten en juez y parte del problema? Y más aún, ¿Qué pasa si esas empresas quieren callar a alguien?
No tenemos que imaginar esas preguntas, basta revisar lo ocurrido.
Donald Trump se aproximaba a una segunda victoria electoral. Su reelección parecía segura, gracias a los buenos números de la economía americana y a su estilo informal y humano que le dio personalidad. Trump no era un político, sino un empresario y su forma de gobernar se vio influenciada por eso. Estados Unidos tenía en él a un presidente moderno, honesto y conectado con el progreso.
Los medios desataron una guerra contra Trump. Le acusaron de ser culpable de los estragos de la Pandemia del Covid-19, aunque esta se originó en China, país al que Trump enfrentó desde el primer día. Pero la estocada llegó con un caso: el de George Floyd.
Floyd fue un delincuente menor detenido el 25 de mayo de 2020. Los policías que le detuvieron ejecutaron un innegable abuso en su contra: lo sometieron por la fuerza montándosele encima y asfixiándolo cuando uno de los oficiales colocó su rodilla sobre el cuello hasta dejarlo sin respiración.
Al horrendo crimen le siguió una comprensible indignación y rabia. Pero también una manipulación: se acusó a Donald Trump de haber sido responsable de la muerte de Floyd, debido a su discurso racista.
Esto no es verdad. Trump jamás se expresó de forma racista, más allá de una manipulación a su discurso sobre la inmigración ilegal (1). Además, Trump viene del partido que abolió la esclavitud y que se opuso siempre a las leyes de Jim Crow. Pero, lamentablemente, la manipulación funcionó y el movimiento “Black Lives Matters” (BLM) logró dañar la popularidad del presidente. Las violentas protestas de BLM dejaron, vaya ironía, más muertos y miles de negocios de personas negras destruidos.
Las elecciones se dieron a la sombra de este movimiento y dieron como resultado la derrota de Donald Trump, aunque este obtuvo más votos que cualquier otro presidente en ejercicio en la historia de EE.UU.
Trump, hasta el momento en que escribo este artículo, se niega a reconocer esos resultados. Sus graves denuncias de fraude hablan de manipulaciones en los votos por correos, actas «fantasmas», doble votación e identidades suplantadas.
La respuesta del sistema fue atrincherarse con Joe Biden, el candidato del estatus quo, y censurar al presidente de Estados Unidos, tanto en los medios, que se han negado a publicar sus denuncias, como en redes sociales, donde sus publicaciones han sido eliminadas u ocultadas por plataformas como Twitter.
¿Si censuran así al presidente más poderoso del mundo, qué no podrá hacer el sistema con cualquiera de nosotros? El sistema puede censurar y manipular la información, puede controlar elecciones en el coloso del norte, puede anular a cualquiera que se oponga a sus intereses.
Durante las elecciones presidenciales del 2016, la campaña digital de Donald Trump fue dirigida por la compañía británica Cambridge Analytica (CA) bajo el nombre de “Proyecto Álamo”. En el 2014 CA recolecto los datos privados de aproximadamente 50 millones de usuarios de Facebook, los cuales utilizaron posteriormente en el 2016 para influenciar a los votantes estadounidenses más “vulnerables” en estados como Míchigan, Pensilvania y Wisconsin de modo que votaran por Trump. CA gastaba 1 millón de dólares por día en anuncios de Facebook, permitiéndoles conocer los gustos e intereses de los usuarios con el fin de manipularlos, al crear publicaciones completamente personalizadas según, dependiendo de los datos que el algoritmo arrojara sobre cada uno. CA no solo se encargó de crear propaganda a favor de Trump, sino también en contra de Hilary Clinton.
Estas empresas jugaron con la psicología de una nación completa, al tomar de forma ilegal y sin consenso los datos de millones de estadounidenses y todo para llevar a cabo un proceso democrático que terminó.
Honestamente, no hay una verdad fácil cuando se trata de aprovechar los beneficios y desventajas que las plataformas de redes sociales ahora presentan a nuestros órganos de gobierno. Por un lado, tenemos la tecnología digital que despliega un papel fundamental en la sociedad actual ya que brinda acceso gratuito a cualquier tipo de dato o información relacionada con la política. Esto permite que el ciudadano se anime a participar en la toma de decisiones públicas para luego generar un debate que pueda generar conflictos. Ahora, la alarmante cantidad de problemas que involucran el uso de aplicaciones de redes sociales para manipular elecciones e incitar al odio y la violencia es claramente una llamada de advertencia de que la relación que une estas plataformas y la democracia no funcionan bien juntas. Es un hecho que las personas que utilizan las redes sociales están teniendo un fuerte impacto en los gobiernos de todo el mundo.
El estratega político Steve Bannon, quien en el 2013 invirtió junto a Robert Mercer 15 millones de dólares en Cambridge Analytica otorgándole también su nombre. Christofer Whyle quien solía trabajar para CA y ayudo a impulsar la campaña de Trump dijo en una entrevista que Steve sigue este ideal de la doctrina Breitbart la cual se basa en que si se quiere hacer un cambio dentro de la sociedad que realmente perdure en el tiempo, primero deber quebrarla. Una vez hecho eso, puedes moldear los pedazos para darle forma a una nueva sociedad. (2)
Hoy en día los datos son los bienes más valiosos del mundo, es por ello que las empresas que conforman Sillicon Valley son tan poderosas. Funcionan gracias a los datos, nuestros datos. Si no pagas por el producto, tú eres el producto. Solo existen dos industrias que llaman a sus clientes usuarios: las de las drogas ilegales y las de software.
Al final, el caso de Estados Unidos nos permite entender algo en lo que creo firmemente: no somos tan diferentes.
Fuentes
(1) Pueden ver un análisis de esta manipulación en este trabajo de la periodista venezolana Yael Farache:https://acapulco70.com/inmigracion/
(2) Christofer Whyle
Cómo utilizó Cambridge Analytica los datos de Facebook para manipular a los votantes. (2018, March 22). La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/internacional/20180323/441820476947/como-utilizo-cambridge-analytica-datos-facebook-manipular-votantes.html
Facebook sufre la mayor filtración de datos de su historia. (2018, March 19). Expansión.https://expansion.mx/empresas/2018/03/19/facebook-sufre-el-mayor-robo-de-datos-de-su-historia
Internet, RSS y privacidad. Si no pagas por el producto, tú eres el producto. (2020, March 3). Abogados En Alicante y Valencia – Devesa y Calvo. https://www.devesaycalvo.es/internet-rss-y-privacidad-si-no-pagas-por-el-producto-tu-eres-el-producto/
Las 10 empresas más valiosas del mundo (y cuáles son las 5 que lideran en América Latina). (n.d.). BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-42327754